El 16 de junio de 1955, la Armada Argentina, con apoyo de sectores de la Fuerza Aérea, encabezó un ataque que tenía como objetivo principal asesinar al presidente Juan Domingo Perón y a los miembros de su gabinete para consumar así un golpe de Estado.
Aviones que surcaron el cielo del centro de Buenos Aires lanzaron más de cien bombas con un total de entre 9 y 14 toneladas de explosivos. La mayoría de ellas cayeron sobre las plazas de Mayo y Colón y sobre la franja de terreno que va desde el Ministerio de Ejército (ubicado en el Edificio Libertador) y la Casa Rosada, en el sureste, hasta la Secretaría de Comunicaciones (situada en la sede del Correo Central) y el Ministerio de Marina.
El ataque constituyó una agresión destinada a sembrar el terror entre la población y así quebrar la adhesión popular al gobierno constitucional.
El resto de las bombas y los proyectiles de grueso calibre disparados desde los aviones estuvieron dirigidos a una población en sucesivas oleadas entre las 12:40 y las 17:40.
La Casa Rosada, la Plaza de Mayo y sus adyacencias (donde se registró el mayor número de víctimas), el Departamento Central de Policía y la residencia presidencial (ubicada donde hoy está la Biblioteca Nacional) fueron los principales objetivos. Además de los más de trescientos muertos, el ataque dejó como saldo más de mil doscientos heridos.
El Bombardeo no sólo fue un antecedente directo del golpe de Estado de 1955, consumado en el día 16 de septiembre con activa participación del Ejército, hasta entonces leal a Perón.
Además, inauguró un ciclo de autoritarismo, represión estatal y persecución política que tuvo su máxima expresión en la dictadura cívico-militar iniciada en marzo de 1976.