La Argentina es uno de los dos países -junto con Bielorrusia- donde el Día de la Madre se festeja en octubre. Y el origen de esta costumbre se remonta a una historia clásica.
Durante muchos años, la influencia de la Iglesia Católica fue determinante en nuestro país -y en muchos más- para la elección del Día de la Madre. En 1854, el Papa Pío IX estableció como dogma la fiesta de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, fecha que por entonces varios países adoptaron para celebrar el Día de la Madre y que hoy conserva sólo uno: Panamá.
Casi un siglo más tarde, en 1931, el Papa Pío XI dedicó el 11 de octubre a la “Divina Maternidad de María” como recuerdo de que 1500 años antes, en el 431, el Concilio de Éfeso había proclamado a María verdadera Madre de Cristo, a su vez verdadero Hijo de Dios. Y con esa celebración como mandato definitivo, en la Argentina se empezó a optar por el domingo anterior o el siguiente -por ser día no laborable- para que todos los hijos pudieran visitar a sus madres.
Pero la reforma del Concilio Vaticano II -uno de los encuentros ecuménicos más importantes de la historia y que se realizó entre 1962 y 1965- trajo malas noticias: la conmemoración a la Virgen se trasladaba al 1° de enero en el calendario litúrgico.
Lo cierto es que por cuestiones más terrenales que celestiales, el sentido religioso cedió espacio al comercial -nada hubiera sido menos estratégico en cuestiones de consumo que pasar el festejo materno al 1° de enero- y por esta razón nuestro país conservó el Día de la Madre en octubre.
Con los años, la celebración se estableció de forma definitiva el tercer domingo de octubre, costumbre que perdura hasta nuestros días. No hay registro escrito de los motivos, pero “cuenta la leyenda” que se definió esa fecha para garantizar que todos hubieran cobrado sus sueldos para poder comprarles los regalos a sus mamás. (Fuente: Clarín)