La psicóloga Alejandra López habló acerca de los factores que influyen en la conciencia y límites morales de los abusadores a la hora de cometer un crimen de este tipo.
La psicóloga Alejandra López explicó si se puede establecer o no perfiles psicológicos para las personas que vulneran la integridad física y sexual de los niños.
La especialista se refirió al caso de Marcelo Zelarayan, imputado el domingo 25 de octubre por someter a tocamientos a una niña de siete años en la vía pública, y que estaba certificado como enfermo psiquiátrico.
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“Se trata de la escalada de un conflicto oculto durante años y que requiere de un tratamiento”, manifestó.
“Como fenómeno social, estos finales visibilizan lo que estuvo guardado, casos donde las familias no quieren hablar ni que se sepa, como las patologías mentales”.
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Si bien no se puede determinar perfiles preestablecidos sobre las mentes de pedófilos, se los puede dividir en aquellas personas que por patologías o precondiciones psíquicas o genéticas, no son conscientes del freno moral o social para cometer este tipo de actos, ni distinguen el límite entre su fantasía y la realidad; y por otro lado aquellos son conscientes de límites morales y de las consecuencias de sus actos.
En el primero, López aseguró se trata de un paciente psiquiátrico, lo cual se evidencia en su conducta. “Los abusos que cometió fueron en la vía pública, y estar siendo observado por estas personas no le fue inconveniente para cometer un acto de esta magnitud”, expresó. La especialista indicó que cuando existen patologías mentales severas, el sujeto no distingue un límite entre su fantasía y la realidad, por lo que actúa de acuerdo con la primera. Al tratarse de una situación de asalto, sin que pueda mediar ningún freno, se evidencia que puede haber lesiones o afecciones en su mente, ya sean fallas neurológicas, genéticas, o algún marcador genético que indique que esta situación ya existió antes en su cadena familiar.
Respecto al caso de Zelarayan, López ratificó que con un certificado de problemas psiquiátricos, el abusador porbablemente sea inimputable, por lo que sugirió que en estos casos deberían formarse comisiones entre Salud y Justicia, que tomen las medidas óptimas para las partes.
En cambio, existe un gran porcentaje de ofensores sexuales que no presentan precondiciones psíquicas que les impidan conocer el daño que causarían a los menores, ni los límites sociales y morales que existen para este tipo de actos: esto los vuelve totalmente responsables si cometen pedofilia. Es el caso de personas que ocupan roles de poder o socialmente destacados: es el caso de entrenadores deportivos, padres de familia, policías, militares, docentes. “No se puede generalizar a todos y decir que ninguno tiene conciencia ni arrepentimiento luego” concluyó.
La licenciada aclaró que las causas o disparadores de este tipo de conductas no son sencillos de establecer, ya que cada caso se analiza en particular y presenta aristas diferentes. No obstante, tienen en común que la pedofilia es un aspecto de la parafilia, un trastorno que consiste en la presencia de frecuentes e intensas conductas o fantasías sexuales de tipo excitatorio que implican objetos inanimados, niños o adultos que no consienten, o el sufrimiento o la humillación de uno mismo o de la pareja.
Los trastornos parafílicos causan angustia o problemas de funcionamiento en la persona afectada o que perjudican o puedan perjudicar a otra persona. “Gozan con el sufrimiento ajeno y dichas fantasías pueden conducirlos a querer cumplirlas. Presentan sentimientos de intenso malestar que necesitan ser canalizados por quienes los padecen y particularmente la pedofilia el objeto son niños niñas infantes o pre púberes” aseguró la psicóloga. Para determinar un acto como ‘pedofilia’ el agresor debe ser mayor de 16 años y la victima al menos 5 años menor.
Por último, enfatizó la importancia de poner el foco del tratamiento de la situación en la protección de los niños, la prevención de estos casos conversando en los hogares, y un puntilloso cuidado del lenguaje con que se los menciona en los medios, para evitar la revictimización. (Fuente: La Gaceta Salta)