Los seres humanos necesitamos cuatro de estos gestos de cariño a diario para sobrevivir, según la ciencia. Aquí te contamos por qué.
Los abrazos son una de esas cosas que, aunque puedan parecer pequeñas, simples gestos, pueden significar mucho más, tanto para el que lo da como para el que lo recibe. El estudio de Virginia Satir, psicoterapeuta estadounidense, especializada en familia y fallecida en 1988, demostró que esta muestra de afecto favorece la salud emocional de los seres humanos, mayores y pequeños. Pero si por algo se ha caracterizado la pandemia es por la falta o la escasez de ellos. Y ya que son pocos los que damos, a lo mejor sería una buena idea saber cuáles son sus beneficios y cuál es la mejor forma de darlos.
Satir, aseguraba que “los seres humanos necesitamos cuatro abrazos diarios para sobrevivir, unos ocho para mantenernos y 12 para crecer”. Pueden parecer un montón, pero lo que la ciencia ciertamente avala es que para que nos sintamos bien, para que seamos felices, necesitamos recibir y dar todos los que nos sea posible.
“El ser humano es una especie altricial -ya que los humanos al nacer son desvalidos y necesitan un largo tiempo de desarrollo-, lo cual quiere decir que venimos a este mundo con una gran necesidad de ser cuidados por nuestras figuras de apego”, explica Rafael Guerrero, psicólogo y doctor en Educación y director de Darwin Psicólogos.
El apego seguro se desarrolla gracias a la mirada, el tacto y el tono de voz de sus padres: “Uno de los principales mecanismos para conseguir el ansiado apego seguro son los abrazos. Cuando un niño desregulado (miedo, rabia) es abrazado por sus seres queridos, disminuye el cortisol y la adrenalina, neurotransmisores que causan la sensación de estrés e inquietud en el menor. El abrazo libera endorfinas, dopamina y oxitocina (la hormona del amor). La dopamina es un neurotransmisor que se pone en marcha cuando hacemos actividades placenteras como recibir un abrazo”. Este gesto de cariño permite conectarnos emocionalmente entre nosotros: “Los bebés, los niños y los adultos necesitamos del tacto, las caricias y los abrazos. Estos tranquilizan, desestresan y reequilibran a las personas. Un abrazo resetea”.
Sonia López, maestra, psicopedagoga y formadora de familias y equipos docentes concuerda con Guerrero y asegura que entre los beneficios de los abrazos están el que fortalecen vínculos, calman emociones, acompañan errores, comparten confidencias y cargan de optimismo: “Dicen que el abrazo es el único traje que se amolda a todos los cuerpos. Los abrazos inyectan energía, rescatan esperanzas y se convierten en grandes aliados ante el miedo. Facilitan la comunicación afectiva, el sentimiento de empatía, la comprensión. Nos ayudan a regalar consuelo, a educar. Tienen un poder medicinal”. “No existe mejor forma de proteger, acompañar y amar a nuestros hijos”, finaliza la experta.
Fuente: El País