Con la mira puesta en la innovación, la Fundación Instituto Leloir cumple 74 años

Nació el 5 de noviembre de 1971 como un centro de investigación de bioquímica, impulsado por el Premio Nobel Luis Federico Leloir, pero en los últimos años amplió sus áreas de estudio a neurociencias, biotecnología y bioinformática y en la pandemia se dedicó a diseñar testeos y ensayar vacunas.

Su historia comenzó a gestarse hace exactamente 74 años en una vieja casa de la calle Julián Álvarez con techo de zinc y profusión de goteras, pero el presente encuentra a la Fundación Instituto Leloir en una sede de más de 10 mil metros cuadrados en los que trabajan 25 grupos de investigaciones conformados por 160 científicos, capaces de dejar la ciencia básica para arremangarse en plena pandemia y contribuir con kits de testeos para detectar anticuerpos del coronavirus y proyectos de vacunas para luchar contra el virus.

El equipo que diseñó los kits de testeos.
El equipo que diseñó los kits de testeos.

Pero la trayectoria del instituto puede describirse no solo en logros académicos y científicos sino también en los recuerdos y en los testimonios de quienes pasaron gran parte de sus vidas investigando en algunas de sus sedes. “Entré en 1965 por recomendación de mi padre que era profesor de Microbiología y había sido compañero y amigo de Luis Federico Leloir”, cuenta el químico Armando Parodi y hace hincapié en  la figura del Premio Nobel argentino como la columna vertebral del centro de investigación que dirigió durante 41 años, quien llevó a cabo allí los trabajos de investigación que le valieron la distinción en Estocolmo. 

Luis Federico Leloir en su laboratorio, sentado sobre una humilde silla de madera y paja.
Luis Federico Leloir en su laboratorio, sentado sobre una humilde silla de madera y paja.

“Aquí realicé mi tesis sobre la síntesis del glucógeno bajo la tutela de Leloir. Trabajé siete años con él, hasta que abrí mi propio grupo de investigación sobre azúcares y glucoproteínas”, agrega el científico que cerró su grupo hace cuatro años, pero sigue siendo investigador emérito de la fundación y ocupa su oficina en la sede de la avenida Patricias Argentinas dos o tres veces por semana.

El desarrollo de vacunas

Por su pare Ángeles Zorreguieta ingresó en 1982, para hacer un trabajo práctico de la facultad, cuando la fundación se ubicaba en una casa de la calle Vuelta de Obligado en Belgrano. “Tuve la oportunidad de realizar mi tesis aquí con el apoyo de Leloir. En 1988 me recibí de Doctora en Química y me fui a Inglaterra pero volví en 1997 y armé mi propio grupo de investigación hasta el día de hoy que sigo supervisando el laboratorio de microbiología molecular celular”, relata quien hoy tiene a su cargo la dirección del instituto. 

El grupo que trabaja en la generación de vacunas.
El grupo que trabaja en la generación de vacunas.

A la hora de contar cuáles son los cambios que percibieron en las últimas décadas en el centro de investigación, ambos científicos destacan el crecimiento de la cantidad de investigadores y las áreas de estudio.

“El instituto era mucho más chico y los grupos de investigación estaban mucho más relacionados. Por entonces la investigación estaba inclinada muy fuertemente a la bioquímica. En los últimos años se incorporaron nuevas áreas temáticas: por ejemplo plantas y biotecnología, que fue un objetivo del mismo Leloir para hacer una contribución a este país agrícola. Pero también neurociencias, bioinformática y energía celular y cáncer”, resume Zorreguieta.

Además señala un cambio, a su criterio fundamental, en el funcionamiento del lugar que dirige, que se dio en 1999: la decisión de que el Consejo de Administración es elegido por votación de los jefes de laboratorios y que los grupos de investigación se conforman a partir de un concurso abierto e internacional. “El Leloir ha sido pionero en el país, en estas decisiones de incorporación de nuevos grupos a través de concursos. También en los programas de apoyo a los doctorados a través de los comités de seguimiento de tesis”, evalúa. 

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El resultado de estas políticas para democratizar el saber y convocar a los mejores científicos es el reconocimiento que el instituto tiene a nivel nacional e internacional. “El staff que tenemos es de primer orden y lo digo porque estudié e investigué en el exterior”, se enorgullece Parodi. “Hemos mantenido a lo largo de los años la excelencia académica y el nivel en la producción científica, quizás porque priorizamos la calidad de las investigaciones por sobre otros criterios”, agrega Zorreguieta. 

Año 1970. Leloir en el momento en que recibió el Premio Nobel de Química.
Año 1970. Leloir en el momento en que recibió el Premio Nobel de Química.

Además de las cuestiones relacionadas con el control de calidad del trabajo de investigación, Parodi sostiene que la excelencia del Leloir está relacionada con la dedicación de sus científicos a la ciencia básica.  “Al hacer ciencia pura resulta más sencillo dedicarse a aplicaciones concretas que si ya se trabajase en ciencia aplicada” y lo ejemplifica con el trabajo para lograr una vacuna contra el dengue que se realiza en el instituto. 

Entre los temas que se han explorado desde la institución de Parque Centenario en los últimos años están los ensayos clínicos con una vacuna terapéutica contra el melanoma, el estudio de distintos tipos de cáncer, un chip analizará saliva para saber si una persona tiene riesgo de desarrollar Alzheimer, la identificación de blancos terapéuticos para poder curar en el futuro el dengue y la brucelosis, el hallazgo de mecanismos que “enchufan” neuronas y su posible impacto a futuro en terapias para diversas enfermedades neurodegenerativas, y la búsqueda de plantas inteligentes que se adapten al cambio climático y a condiciones adversas.

El laboratorio que desarrolló los testeos.
El laboratorio que desarrolló los testeos.

Para probar la calidad de la ciencia que se hace en el Leloir, la directora y el investigador emérito apuntan al rol que jugó la institución en la lucha contra el coronavirus: un grupo de investigación liderado por la doctora Andrea Gamarnik, jefa del Laboratorio  de Virología Molecular de la FIL e investigadora del CONICET, desarrolló “Covidar”, el primer test serológico argentino para COVID-19, que fue aprobado por ANMAT el 12 de mayo de 2020.

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Por su parte Osvaldo Podhajcer, jefe del Laboratorio de Terapia Molecular y Celular (LTMC) coordina el diseño de CoroVaxG.3, una vacuna contra  el coronavirus que se probó en ratones y genera un efecto de inmunización que no decae en cinco meses y neutraliza las diferentes variantes del virus. “Los resultados son muy promisorios porque la capacidad de los grupos de investigación es enorme”, precisa Parodi. “Seguimos preparándonos para responder a estas situaciones que se presentan y que no podemos descartar que vuelvan a ocurrir en el futuro, queremos crear las condiciones para responder a las necesidades de la sociedad”, propone la directora, de cara a los próximos 74 años y a los que seguirán. 

El instituto cuenta con 25 grupos de investigación que integran 160 científicos.
El instituto cuenta con 25 grupos de investigación que integran 160 científicos.
Osvaldo Podhajcer, coordinador del desarrollo de la vacuna CoroVaxG.
Osvaldo Podhajcer, coordinador del desarrollo de la vacuna CoroVaxG.

Fuente: Télam

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