El proceso de Sasa Testa, becarix del CONICET, en el campo de los estudios de género*.
En la Biblioteca Nacional, donde Sasa Testa comenzó su pesquisa, no existían rastros de esas dos palabras que eran el centro de su tesis: Drag King. Empezó de la manera más obvia, ingresando ese concepto en el buscador. Pero la pantalla le decía que no había ningún libro, revista ni artículo disponible. Solo encontraba material sobre Drag Queen, el acto performático que cuestiona el universo de lo femenino. Ningún archivo abordaba lo opuesto: las performances artísticas que ponen en cuestión los mecanismos de construcción de la masculinidad hegemónica. En ese inmenso edificio, que cuenta con el acerbo bibliográfico más completo del país, no había antecedentes que le sirvieran para su tesis de la Maestría de Estudios y Políticas de Género de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). Más adelante sabría que afuera de ese edificio encontrarlos también iba a ser difícil.
“La noción más pura y dura de Drag Queen dice que es una práctica en la que alguien se viste como se dice que debe vestirse una mujer pero de manera exagerada, para burlarse o parodiar esos modos de ser de aquello que se ha dado en llamar el universo femenino -explica Testa, que trabaja en el Instituto de Investigaciones Gino Germani-. Una persona que hace Drag King hace el mismo procedimiento pero al revés. Y no me parece casual que hoy todo el mundo conozca la parodia de aquello que corresponde a cómo es una mujer, y que eso se sepa y se visibilice en los medios masivos de comunicación, pero que aquello que burla lo masculino dominante, el ser varón, el ser hombre, en los términos del heterocispatriarcado, se desconozca”.
El vacío de referencias y la evidencia empírica de que el Drag Queen se conoce más que el Drag King se transformaron en su principal hipótesis de trabajo. Armar el marco teórico de su tesis fue, para Testa, “toda una aventura”. Como casi no encontraba materiales sobre la temática en castellano, tuvo que apoyarse en dos libros en inglés –The drag king book y Sexy y Drag and Male Roles: investigating gender as performance-. Desde ese punto de partida se detonaron las preguntas: ¿qué pasa cuando se cuestiona a los hombres y no a las mujeres?, ¿esa invisibilidad no responde acaso a la lógica del patriarcado?, ¿qué es ser hombre, si desde los estudios queer se postula que no hay un original al cual imitar, sino un universo plural de diversas expresiones masculinas?
Todos esos interrogantes crecieron a la par de sus inquietudes personales. Sasa es una persona trans no binarie. Eso cuenta en su libro Soy Sabrina, soy Santiago (Ariel, 2018), una suerte de autobiografía narrada en postales, en las que relata distintos momentos de su vida, la relación con su padre y con su madre, las dudas e inquietudes que lx atravesaron durante su autodescubrimiento. Ese libro lo escribió en paralelo a su tesis de investigación.
Un pasaje hacia lo masivo
“En la tesis yo me propuse ver cómo, a través de esta performance, se visibilizan los mecanismos artefactuales con los que se construye la masculinidad cis hegemónica y cómo, al mismo tiempo, esta performance los puede poner en cuestionamiento, en tensión, para demostrar que hay otros modos de masculinidades posibles”, señala Testa, que además coordina el área de Diversidad y Género del Centro Metropolitano de Estudios Sociales (CEMES). Para cumplir con su premisa, hizo un recorte temporal y espacial de su objeto de estudio: se propuso abordar todo lo ocurrido en la escena cultural Drag King de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires entre 2006 y 2019. Y descubrió que lo que había ocurrido no era tanto.
Vislumbró que es un fenómeno muy reciente, que comenzó en 2004 -con un taller de performance que dictó la directora de teatro argentina residente de Nueva York, Susana Cook-, que se sostuvo con un puñado de obras de teatro –como Drag Kings: cosas de machos, aparentemente la primera obra protagonizada por Drag Kings, y luego Drag Kings: propiedad privada-, y tres videoperformance de la artista Cristina Coll –disponibles en Youtube-, entre otras cosas. Pero recién en 2018, según Testa, el Drag King saltó el cerco hacia lo masivo.
“Ese año hubo una conjunción de factores que lo hicieron explotar –advierte-. Por empezar, fue el año en el que se debatió públicamente el aborto legal y se profundizaron las luchas. Además, surgió el Colectivo de Actrices Argentinas como vehículo público de denuncia de casos de abuso y violencia de género en el mundo del espectáculo, conjuntamente con Las Bolten. Y se estrenó la obra de teatro Petróleo, del Grupo Piel de Lava”. La referencia a esta obra de teatro no es casual: Petróleo retrata la convivencia de cuatro hombres en un yacimiento petrolero de la Patagonia. Cuatro hombres interpretados por cuatro actrices mujeres. La puesta invita al espectador a interpelar cómo se construyen los géneros y los estereotipos de la masculinidad en la sociedad. Testa no solo analizó esta pieza -que fue un suceso en la cartelera de la calle Corrientes- en su tesis: colaboró, además, en su asesoría. “Cuando estaban en pleno proceso de creación de la obra, las actrices se enteraron de que yo estaba investigando el Drag King y me pidieron que las asesore en cuestiones teóricas de género. Trabajamos la gestualidad, la actitud corporal, los estereotipos del ´macho´. Para mí fue un honor, una responsabilidad y una instancia muy rica de aprendizaje”, recuerda.
Conocimiento y sentimiento
“Lo que intenté mostrar con esta tesis –retoma Testa- es que al mismo tiempo que no hay una masculinidad hegemónica, aun cuando se quiere hacer creer que sí la hay, hay otras masculinidades que están ahí, que no tienen tanta visibilidad, a las que no les interesa reproducir los códigos del hetero cis patriarcado”. Esta tesis, que acaba de defender hace apenas cuatro días, se inscribe en un contexto en el que se cumplen ocho años de la Ley de Identidad de Género 26.743, sancionada en mayo de 2012. La norma estableció que las personas trans deben ser tratadas de acuerdo a su identidad autopercibida, y que puedan ser inscriptas en sus documentos personales con el nombre y el género vivenciado. “Es una ley de vanguardia, bien pensada, que contempla el trato digno para todas aquellas personas que hemos decidido transicionar y aun no hemos hecho el cambio registral -opina- para que se respete nuestra identidad y nuestro nombre de género elegido. Hablar de esta ley es evocar años de lucha que me antecedieron, a los que siempre agradezco”.
A pesar de destacar su carácter vanguardista, Testa observa que aún falta mucho camino por recorrer para que el espíritu de la ley se refleje en la vida cotidiana de las personas trans. “En el imaginario social esta ley es igual al cambio de DNI, pero cambiar el DNI no es cambiar un nombre y unas letras, masculino o femenino. Si yo hago el cambio registral, no quiero que figure sexo-género. No quiero que figure nada. Y aun cuando existen fallos judiciales a favor de que haya DNI sin marcación de sexo-género, no se están emitiendo. Hay mucho desconocimiento: se nos sigue consignando con el nombre que figura en el Documento Nacional de Identidad, aunque la ley diga que no es necesario el cambio registral para que se nos actualice el nombre en nuestros legajos”, señala.
En el último capítulo de su tesis, Testa incluyó una autoetnografía sobre el proceso personal que lx atravesó en el medio de la escritura de su tesis. “Mientras investigaba el Drag King, comencé a preguntarme profundamente sobre las razones por las que lo estudio, comencé a hacer performance Drag King y pude hacerme cargo de mi transición –afirma-. A veces se piensa que el conocimiento y el sentimiento no van de la mano, pero yo pienso que no siempre es así. Para mí no solo es un título de magíster, fue más bien la excusa para poder habilitarme a otras cosas que no sé si de otro modo hubiese podido hacer. A mí la tesis me ayudó a que pueda nombrarme como persona trans”. Fuente: Conicet