Corría el año 2005 y la Argentina tenía un gobierno relativamente nuevo. Un nuevo líder político despertaba mucha pasión popular y era adorado por las masas. El nombre de Néstor Kirchner sonaba cada vez más fuerte. Hacía tiempo que nuestro país no vivía semejante fervor popular. En este contexto político, el gobierno había enviado a la ONU una delegación encabezada por Juliana Di Tullio como embajadora que por primera vez llevaba a distintas organizaciones sociales al encuentro donde participaban 180 países, más de 250 organizaciones no gubernamentales. Entre todxs ellxs, una de las invitadas especiales de este viaje era nuestra querida Lohana Berkins.
Imagino la felicidad que habrá sentido esta defensora de los derechos humanos al ser invitada y viajar con la delegación oficial, además de participar de un evento tan importante para las mujeres de nuestro país. Eran años complicados para las personas travestis y trans a la hora de viajar y cruzar una frontera. En esos tiempos, ley de identidad de género era solo un sueño. Nuestros cuerpos travestis y trans no existían ni teníamos la perspectiva de que fueran a existir ante la ley. Si eras una afortunada, lo único que podías tener era un DNI con el nombre que te habían asignado al nacer.
Viajar al exterior para nosotres era más complicado que para un iraquí después del 11-S. En estas arriesgadas aventuras, la secuencia repetida traía consigo una acusación frecuente: «¡esta no es usted!». De pronto, el mundo se detenía, un sudor frío te corría por la espalda, todo parecía moverse en cámara lenta. Los ojos del señor de la aduana te escudriñaban de arriba abajo. El agente miraba el pasaporte, lo escaneaba lentamente, levantaba la mirada para corroborar lo que veía. Su cabeza binaria entraba en cortocircuito, su mundo se derrumbaba y al no encontrar respuesta en su cerebro formateado en dualidades, buscaba ayuda en compañerxs que lo sacaran de esa encrucijada. Estas situaciones que vivíamos no solo en aeropuertos, bancos, supermercados, hospitales, nos situaban en una vulnerabilidad social constante, éramos indocumentadas de la sexualidad.
Con la personalidad que tenía Lohana no creo que estas contingencias fueran a opacar un viaje tan significativo e importante. Este solo era el comienzo de otra gran aventura para esta travesti salteña que había sabido abrirse camino en situaciones de lo más adversas. El nuevo capítulo era la ONU. Podría haber sido una nueva película de Juan José Jusid, pero no.
Al llegar, Juliana Di Tullio organizó un desayuno en la sede de la delegación argentina en New York para reunir a todas las ONG del Ecosoc con los demás enviados y enviadas. Así se podrían congregar todas las mujeres y las organizaciones sociales. Pasaba el tiempo y Lohana no aparecía. Una hora más tarde del inicio, descubrieron que había sido demorada en la puerta porque no podían acreditarla. La ONU acumulaba una vasta experiencia en recibir a personalidades destacadas de la cultura, presidentes, monarcas, políticos, celebridades, escritores, actores, actrices, pacifistas, músicos, artistas, modelos, científicos, defensores de derechos humanos, pero no estaba preparada para recibir a una travesti sudaca.
Para ingresar en las dependencias de la ONU los protocolos son muy estrictos, todas las personas deben tener colgado del cuello el ID que entregan al acreditarse, sin excepciones. Al llegar, Lohana intentó hacerlo y no se lo permitieron porque su imagen no se correspondía con el nombre que figuraba en su DNI. ¡Imagínense la respuesta de esta travesti combativa, que siempre había ido al frente, que no le había tenido miedo ni a una de las instituciones más poderosa del mundo, la iglesia católica! Sacó su manual de vida y les dio una lección de género a todas las personas que se fueron sumando a este episodio, tratando de resolver esta situación. Según los testigos, la oratoria de Lohana fue brillante, muches jamás olvidarían ese día.
¿Como termina la historia? De la única manera posible en la vida de Lohana. Consiguió su ID de la ONU con su nombre completo: LOHANA BERKINS, la primera travesti en pisar la ONU. Al entrar al salón, fue aplaudida por todxs lxs presentes. Dicen que su cara reflejaba una felicidad que emocionaba. Esto demostró una vez más que para esta defensora de los derechos humanos, ni un proxeneta, policía, cura, políticos o la mismísima Naciones Unidas la intimidaban.
La semana pasada se cumplieron cinco años de su partida y quería recordarla con esta tremenda anécdota que contó Juliana Di Tullio en un encuentro al que fui invitada por la Federación Argentina LGBT (FALGBT). A mi humilde entender, sintetiza lo que fue e ilustra la constante lucha de esta persona ejemplar que hizo de la libertad y de la justicia social causas fundamentales por las que pelear.
La recordaré siempre y les dejo una de sus frases que muchxs adoptaron ya como su leitmotiv: «En este mundo de gusanos capitalistas, hay que tener coraje para ser mariposa». (Fuente: Página 12)